Mi cabeza duele,
está muy lejos y se queja
de que no esté con ella.
Perdóname -le digo-
ya me gustaría a mí
volar sin miedo contigo,
a experimentar la vida
y descubrir qué somos.
Pero hoy,
entre mil barrotes,
yo sigo encerrada.
Tú pudiste escapar
por el túnel de la imaginación,
y la reflexión te ayudó a soltarte
de las cadenas que a mí aún me sostienen.
Sé que me llamas,
sé que tiras de mí
y que te desesesperas cuando me quedo quieta.
No me esperes, ve y sigue;
no limpies tu ensangrentada estela
para que un día te alcance,
y pasemos definitivamente de teoría a práctica.
Pero hoy,
aunque queden menos barrotes,
yo sigo encerrada.
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