27.12.16

sororidad callejera

Voy de madrugada por una callejuela poco iluminada, maloliente y silenciosa,
con los cinco sentidos [y alguno más que hemos desarrollado tras siglos siendo atacadas] alerta,
esforzándome en obligar a cada una de mis fibras musculares a no echar a correr
y tratando de que mis pupilas no dejen ver esa inseguridad que se me escapa por la mirada.

El sonido de mis pasos se vuelve en mi contra y siento sin razón que me siguen,
aprieto las llaves entre las manos y visualizo como dar un puñetazo para que se claven.
Veo un grupo de chavales y siento la humillante tentación de cambiar de calle,
mientras me repito una y otra vez "no seas cobarde".

Una pared enfrente me grita con furia morada. Aborto libre y un signo feminista,
y así es como ocurre la magia de una pintada convirtiéndose en el aullido de todas las lobas de mi manada
ahuyentando de un zarpazo todos mis miedos.

El resto del camino a casa, siento que voy tan acompañada, que son ellos los que deberían temernos a nosotras.

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