14.5.17

Ciudad que no arde

Llamada la cumbre de la civilización
no es más que la putrefacta mordaza
en los labios agrietados de la rebeldía
que quedan presos bajo incontables candados oxidados.

Ciudad que ahoga, ciudad que atrapa,
ciudad que no arde aunque yo la queme
una y otra vez en mis sueños recurrentes
y en mis torpes entumecidas acciones.

Mis ideas quedan cruelmente encerradas
en un cuerpo que casi no late
porque en mis venas inyectaron el cemento espeso
que desde siempre contaminó mis opciones.

¿Cómo me escapo de aquí?
Me aferré a esta muerte lenta
y ahora que por fin ya no la deseo
es ella la que parece adicta a mí.

¡Maldita sean las calles y las instituciones!
Soltadme, y soltad a quienes serán mis iguales
cuando huyamos libres, venzamos valientes
o desaparezcamos bajo la sombra del último árbol.


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