Una cascada de fresca agua,
negra y transparente a la vez,
que suena a todas las alegrías
cuando se refleja en mis ojos de pez.
Brillante contraste de dientes
con pelos y trajes suaves
que me vivo por morder
y que me reviven al oler.
Un recodo hizo desaparecer
la ciudad que me enferma
y la esquina se acercó lenta:
pude vernos en llamas sin arder.
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