Ser un manojo de nervios,
como si estuviera a la vez aquí sentada
y ahí de pie no sé si al lado o dentro tuya.
Erizárseme cada vello,
como si no me supiera de memoria
prácticamente cada verso.
Llenarme de orgullo el pecho y los ojos
como si fueran mis logros
los que hoy se materializan.
Querer gritar a los cuatro vientos
que te escuchen, que te lean,
que te TIENEN que escuchar.
Verte firmar sin dejar de mirar a los ojos,
deseando volver a tu banquito de la Alameda,
donde no te separa una mesa de tu gente.
Saber que ahora además de Ale
se te puede llamar autora de Desbocá,
y que hoy dormirás en muchas mesitas de noche.
Y sobre todo:
Irme a dormir con la tranquilidad
de quien se sabe bien acompañada.
Por la mañana, como siempre,
un café en tu azotea.
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