11.2.17

Dicen que todas las vidas valen lo mismo.

Alguien famoso, quizá un presidente, fue atropellado. Asesinato. Atentado. Terrorismo. Luto internacional, titular en todos los telediarios, y quien no llore o incluso bromee, apología del terrorismo y régimen de aislamiento.

Y un par de meses antes, el que acabó debajo de un coche fue un hombre blanco. ¡Qué terrible suceso; el conductor a pudrirse a prisión! Todos el pueblo sobrecogido y deprimido, pero eso sí, chupando cámara para la tele, que lo que mola es el morbo.

Y un par de quincenas antes, le terminaron la vida a una mujer. Pero claro, eso le pasaba por ir sola, seguramente hasta la ropa tuvo algo que ver. Mira que salir por la noche sin un hombre que le ayudase a cruzar cuando debía... en definitiva, que todxs sabemos que fue su culpa.

Y un par de semanas antes, fue una inmigrante negra la que fue misteriosamente atropellada. Hacía pocos días que había saltado la valla después de muchos días viviendo en un infierno patrocinado, entre otros, por "nuestro" Estado. ¡Qué terrible accidente! Dijeron los que lo vieron. Pero como no tenía papeles, no había nadie a quien rendirle homenaje.

Y un par de días antes fue un perrito el que acabó tirado en la carretera, con las tripas fuera, encharcado en sangre y aún con los ojos muy abiertos intentando entender por qué lo habían dejado solo. Su ser más querido lo había matado. ¿Y quién le lloro? Un crío que lo vio desde el coche, al que el padre le quitó el berrinche prometiéndole una hamburguesa del McDonalds.

Y ese mismo día, y todos los días, hay más muertxs invisibles en la carretera. Esxs inocentes cerdxs, corderxs, ternerxs y pollos, hacinadxs en camiones, después de un cautiverio miserable, directos al cementerio de tu cena o de tu almuerzo.

¡Pero menos mal que todas las vidas valen lo mismo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario