No sé muy bien el qué,
pero hoy me duele.
Creo que tiene que ver
con lo que dejé atrás
y con lo que deseo
encontrarme más alante.
No es que quiera,
pero a lo mejor me abruma
el nunca poder volver.
No es que quiera,
pero a lo mejor me abruma
el nunca saber lo que me espera.
Es de estos días en los que casi no existe presente.
Mi cabeza duele,
está muy lejos y se queja
de que no esté con ella.
Perdóname -le digo-
ya me gustaría a mí
volar sin miedo contigo,
a experimentar la vida
y descubrir qué somos.
Pero hoy,
entre mil barrotes,
yo sigo encerrada.
Tú pudiste escapar
por el túnel de la imaginación,
y la reflexión te ayudó a soltarte
de las cadenas que a mí aún me sostienen.
Sé que me llamas,
sé que tiras de mí
y que te desesesperas cuando me quedo quieta.
No me esperes, ve y sigue;
no limpies tu ensangrentada estela
para que un día te alcance,
y pasemos definitivamente de teoría a práctica.
Pero hoy,
aunque queden menos barrotes,
yo sigo encerrada.
Autoestima en crisis
¿soledad o dependencia?
miedo, hasta pánico, de no llegar ni a la mitad de lo que me exijo.
De tanto querer y quererme
me olvido de que me quieren, pero
me quieren
¿no?
Dudas injustificables como preguntarse
si seguir el camino fácil:
el de no pensar, el de no elegir, el de no luchar, el de no vivir.
Mil y tres verdades que confesar,
pero ni los mejores pares de oídos
saben cómo escuchar
si la voz no toma la iniciativa.
Noches reflexivamente saturadas
en las que un rasguño en una teta
pasan una y otra vez
por ser futuro cáncer
y pasado momento de pasión:
peligro, miedo, inseguridad, impotencia, rabia, pena, muerte
contra
ilusión, ganas, amor, valentía, confianza, empoderamiento, vida
Menos mal que en este juego,
pierda quien pierda,
siempre gano yo,
porque
cada paso adelante
o cada retroceso de casilla,
cada nueva lección autogestionada
vale el doble si la he escogido yo
y si algo tengo claro
y sin contradicciones,
es que quiero que mi rumbo
sea indudablemente mío.
